¡NO SE OYE NI MADRE!...
Por Ramón Durón Ruiz
Las frases populares dicen: “Viejo el mar…y todavía se mueve; Viejos los cerros y todavía reverdecen” La vida me ha enseñado a golpe de machete y de talache, que llegar a viejo es un regalo de DIOS.
El hombre se vuelve amigo del universo, condescendiente consigo mismo, menos crítico de la vida, disminuye el ser observador de los defectos, se vuelve más gozoso de las virtudes, será porque vive en la plenitud que llega con la libertad que los años traen.
En innumerables ocasiones se me ha roto el alma por una partida que creía que jamás llegaría, –porque ilusamente creía que la vida era para siempre– por una perdida, por un dolor, pero un alma que no ha sufrido, no conoce ni de los errores que enseñan, ni de la felicidad –que enaltece– de la imperfección humana.
Soy un viejo campesino que ignora los avances de la ciencia y la tecnología, pero conozco los haberes y saberes que el Cosmos tiene para mí, cada nuevo amanecer me declaro un hombre bendecido por DIOS, he vivido lo suficiente para ser agradecido con el Padre.
Vivo el HOY como si fuese el último día, si no lo es, por la noche caigo de hinojos para dar las gracias por el racimo de bendiciones que el Señor puso en mi camino, que me enseñan a dejar de preocuparme por nimiedades y a darme permiso de dejar de sufrir la vida y dedicarme a vivirla.
El tiempo me ha dado el derecho de digerir los problemas y aprender a gozar la vida, sentir su suave aroma y cautivante fragancia, entendiendo que sólo se vive una vez, así que me dispongo a dar gracias por el nuevo amanecer, a admirar la sana alegría de los niños, asombrarme con la energía de los jóvenes, maravillarme con el sentido común de las mujeres, con la fortaleza de los hombres y la inacabable sabiduría de los abuelos.
Me alegro de tener la posibilidad, –que a otros se les negó– de contemplar la luminosidad de la alborada y la inigualable belleza de los anocheceres tachonados de miles de estrellas.
A mi edad el tiempo me ha enseñado, que vivir es una experiencia sensorial y extrasensorial única, que cada mañana es el preludio para saborear el milagro de la armonía y la complejidad del rompecabezas de la vida.
La vida es un breve espacio que nos da la oportunidad para hacer una reingeniería espiritual, física y emocional que redefina, –si es necesario–, nuestro camino y nos demos la oportunidad de lanzarnos a la aventura de vivir, no de sobrevivir, de impulsarnos por el poder del amor, sabiendo que el éxito y la felicidad no llegan por casualidad…¡lo demás lo dejo en manos de DIOS!...
Los viejos de los pueblos saben el poder de vivir en armonía y equilibrio consigo mismo, tiene la magia de trasformar a la gente ordinaria, en extraordinaria, esos que van en pos de la misión que le dé significado a su vida y le ayude a trabajar en su transcendencia y realización.
Hay una historia que me encanta: “Durante largo tiempo Tomás Alba Edison buscó crear una lámpara incandescente, tratando de encontrar una sustancia que produjera luz sin llama…Un día cuando en plena madrugada lo consiguió, salió corriendo del granero donde trabajaba, entro arrebatadamente en la recamara donde dormía su esposa: —¡¡Mira, mi amor!! –lleno de entusiasmo le espeto despertándola abruptamente.
La señora Edison abrió los ojos, le dio la espalda a la vez que molesta exclamo:
— Por el amor de DIOS Tomas, apaga esa luz…¡Y ya acuéstate!”…
La moraleja es sencilla, no siempre la realización de tus sueños y tu felicidad es compartida por otros, pero no claudiques en ser un incansable luchador, siempre alegre.
A mi edad, me doy cuenta que nadie puede robarte e ir en pos de tus sueños, te invito a que jamás pierdas la capacidad de maravillarte con el milagro del alba y que la oración, el perdón, el amor incondicional, la fe, el entusiasmo, la gratitud y una sonrisa, sean el postre de tu vida.
A propósito de sonrisa, el viejo párroco del pueblo llama al sacristán y llevándolo al confesionario y le dice:
— Ven, te voy a dar una lección de ética, moral y buenas costumbres…Dime hijo ¿Quién es el que se acaba el vino de consagrar?...
— ¡Padre! –dice el sacristán– hincado afuera del confesionario ¡NO SE OYE!...
— ¡Que quiero que me digas! ¿Quién fregaos se roba las limosnas?...
— ¡NO SE OYE NADA PADRE! Cambiemos de lugar, a ver si se oye mejor.
El sacristán ya adentro pregunta al padre:
— Quiero que me diga ¿Quién es, el que por las noches se mete a la recamara de la madre Lupita?...
— ¡Tienes mucha razón hijo!, acá afuera…¡No se oye ni madre!...